miércoles, 19 de junio de 2013

Prensa y publicaciones

 Invitación - Montevideo

 
Bastión del Carmen - Colonia

Bastión del Carmen - Colonia


Catálogo de la muestra

Colección Engelman Ost - Montevideo

21 de Mayo de 2013






 


 

Curaduria y texto: Alfredo Torres
Fotografías: Guillermo Zabaleta
Performer: Victoria Zabaleta
Montaje: Juan Uría
Coordinación: Fernando López Lage

Bastión del Carmen - Colonia

10 de Abril de 2013







Cuartel de Dragones - Maldonado


18 de Febrero de 2013





Vestiduras (Video)



Vestiduras


   












Vestiduras exteriores, vestiduras interiores


El rol de la performer (Victoria Zabaleta) pretende ser elemento esencial en el juego de posi- bles significados. Ya sea ésta valorada como travesía, itinerario, procesión, entre vestimen- tas que siempre, por vuelos de la imaginación terminarán siendo fantásticas vestimentas del alma. Principalmente por ser inherentes a la sociedad occidental, oficiando como elementos metafóricos de la condición femenina. Parte esencial, explícita o soterrada, de ciertas costum- bres devenidas rituales socialmente aceptados. Buscando aun hoy, reiteradas marginaciones. Generación tras generación, muy poco ha cambiado para que casi todo siga como está. Más allá de ciertas libertades entregadas como amables concesiones antes que como derechos in- herentes. Gestos displicentes que han logrado mantener una situación de dominio patriarcal, y de sutiles pasividades subalternas, aun serviles, perpetrando multiplicados delitos de persona.  
La mujer sirve para servir, convicción laboriosamente erigida por nuestros regresivos ante- pasados. Por cierto, también para preservar la especie. Posición de dominio que de manera disimulada o manifiesta aún sostiene sus respectivos descendientes. La varias formas de violencia contra la mujer padecida por la sociedad uruguaya sirven como testimonios abru- madores. Pero la intención de Olga Bettas busca alejarse del ejercicio melodramático de la didáctica catárquica que tiene la efectividad de una tempestad extremadamente pasajera. Quizás a la manera de una nueva Alicia quiere instaurar su propio País de las Maravillas. Como el personaje carrolliano elije escapar de los nuevos paradigmas capitalistas, colonialis- tas, para colarse por las rendijas de una realidad alternativa, una realidad otra. 

“Alicia es la niña paradójica que se deslizó entre las rendijas del dogma; es la metáfora de una realidad compleja y subjetiva, es la lógica absurda de lo que no hay pero quisiera haber contra lo que hay pero ya es incapaz de sostener su propia identidad. Alicia, pequeña y vol- untariosa, dulce, perspicaz e ingeniosa, enviste solita el paradigma, lo provoca, busca sus intersticios, sus posibles grietas y ataca con decisión. Es precisa pero divaga; divaga pero no titubea, no vacila pero titubea, no es astuta pero sí avispada, es amable pero se enfurece, es una niña sabia y sagaz. Es pero no es. Se resbala sobre los actos, penetra, no obstante, en su grave e inexistente profundidad, y se despreocupa preocupándose; ya atravesó el espe- jo, ya esta en el otro lado”(1). Es la preocupación por su existencia de niña mujer, sostiene la teórica de arte húngaro-argentina María Zátonyi. De alguna manera, Olga Bettas, emprende mediante esta propuesta, madura, casi como una revisión de vida, encontrar los intersticios de las vestiduras y descubrir las buenas y malas memorias que a ellas se han ido adhiriendo. 

Las vestimentas actúan como escenografía sometida a continuos cambios semánticos, según la luz, los reflejos del video, o la ubicación que el contemplador elija en el espacio. La performer camina, ensimismada, en ciertos momentos, casi absorta. En su caminata dis- tribuirá elementos cotidianos travestidos, sin valor funcional y asumiendo un rol de signos mansamente consagratorios. Algo así como elementos litúrgicos de un ceremonial que tras- ciende lo discernible, que puede entrampar en simulados misterios. No catequizan, abando- nan toda vocación de discurso aleccionador. Apenas la densidad muy espesa del silencio o de posibles sonidos que ofician como parodias del silencio. Lo más significativo: en ese país ficticio, en los gestos de las rutinas diarias, la mujer sigue sirviendo. Un corto experimental donde reaparecen los platos, girando, alternando con el pasaje de imágenes en blanco y ne- gro, muchas de ellas logradas incluso por la intervención directa del celuloide, por la injerencia de otros elementos. Un casi cine de fragancias dadaístas. En tanto vestiduras, cargan con el equipaje real o imaginario atesorado en lo individual y donados por la memoria colectiva.
Hace ya buen tiempo que Olga Bettas viene explorando con la cuestión de las vestimentas como una segunda piel, especie de manto simbólico, de desplazamiento metafórico. Primero fueron chalecos-corazas, bustos sin rostro que anulaban lo humano, una definición de identi- dad. Aunque no manifestaban claramente una filiación de género, la cercanía con el corsé, los intentos de fractura, los hacen bordear un posible comienzo, un muy singular relato de género. De paso, marcaban el comienzo de una preocupación por el ser humano en general, más allá de la cuestión de género. Siguen series de corpiños, de prendas mal llamadas íntimas. Las de procedencia femenina se exasperan en un kitsch, las de procedencia masculina se “amarico- nan” gozosamente. De alguna manera, los límites vuelven a confundirse.
En esta experiencia, las vestimentas son esencialmente utilería que irá modificándose según la puesta en escena que cada espectador decida. Olga Bettas se esmeró, sobre todo para que todo el evento se impregnase de acentos autorreferenciales, de la experiencia propia, del entorno que la rodea y la nutre. Una instauración que fusiona despreocupadamente la ironía, el humor negro, no exento de tonos oscurísimos. No se pueden guardar en ningún guardar- ropa, no se pueden usar, porque entre alfileres y bolitas que penden por cualquier lado, cas- tran sueños falsos, opulencias bijouterescas, comodidades de consumos. Esas vestimentas a veces suntuosas, otras de una precariedad desoladora, participan lo que sucede más de las lecturas siempre distintas de cada espectador.

Alfredo Torres 

(1) María Zátonyi: Juglares y trovadores. Derivas estéticas. Capital intelectual. Buenos Aires, Argentina. 2011